martes, 30 de enero de 2007

Voglia di volare

Recuerdo. Estoy sentado en ese banco que tiene forma de espiral, de madera roja, a los pies de un edificio imponente que siempre está en reformas. Llueve, o quizás solo hace frío, mucho frío, y tú tocas la guitarra. Cantamos una de Amaral, o más bien la única que nos sabemos, y también esa otra que tiene el título de alguien que no es una persona cualquiera. Pero eso será después, después de que no haya nada en la nevera y sobre todo ninguna Cara Pils en la caja.

Creo que ya sabes de qué estoy hablando.

Ahora no recuerdo, ahora me siento en el banco del parque que hay enfrente de mi casa, a los pies esta vez del que parece único árbol que tiene ganas de crecer en esta tierra desagradecida. Mirando los dátiles secos del suelo me pongo a imaginar, que es como recordar pero con más libertad, y te veo a ti y a mí en la azotea de un edificio, mirando las luces de Bruselas. No hace falta que te diga que esto es un párking y estamos, por supuesto, en la décima planta. El tiempo juega a nuestro favor. La vida nunca había sido tan fácil de beber. Nos cuelgan los pies al vacío entre los barrotes de la barandilla. Hablamos sin parar, reimos hasta que nos duele todo. El viento sopla tan frío como siempre sobre las luces que hacen brillar el Atomium. La noche le sienta bien a la Grande Place.

No hay distancia ni planes de futuro ni matrículas ni plazos ni trabajos basura ni vuelos de bajo coste que valgan. Sólo tenemos estos días, cuando tu casa dejó de ser tuya y guardabas tu ropa en una bandeja de plástico, cuando reíamos como borrachos por la manera en que llevabas tu colchón de un lado al otro del salón, cuando tú eras Trappa y yo Rafa después de comer... No se trata de vivir de recuerdos, pero tampoco de olvidar de dónde veníamos y adónde vamos.

Como bien dices, hermano, se trata de imaginar. Por eso te veo sentado a mi lado, en tu sitio secreto, como si realmente me hubieras llevado allí alguna vez. Y te oigo decirme que brindemos porque el vértigo no sea miedo a caer sino ganas de volar.





BSO Jovanotti - Mi fido di te

viernes, 26 de enero de 2007

Internet is (not only) for porn. Hoy: Cómo ser Nicael Holt

¿Estás harto de tu vida? No te preocupes, Nicael Holt te vende la suya. Bueno, quizás llegas un poquito tarde, porque ayer un tal ridderstrade se adjudicó tamaño tesoro por la módica cantidad de 5.800 dólares (unos 4.400 euros). No, no hay un puesto en el mercado central de Carrús, entre las verduras y la carnicería, que se dedique a cubrir esta demanda. Ha sido, y no podría haber sido de tal forma, en la cuna de los mercaderes del siglo XXI: E-Bay. Donde se puede vender de todo, como dice el de las fotocopias de enfrente de mi casa. Que razón tenía.


Así que el tal señor Holt, un australiano de 24 años (humm) que estudia filosofía (¿por qué no me sorprende este dato?), pretende dejar de tener su vida. Y vende su nombre, su número de teléfono y todas sus pertenencias. Pero como el chico es majo y todo un profesional, no ha descuidado detalle al hacer inventario vital: incluye el paquete el compromiso del señor Holt de presentarle al comprador a todos sus amigos y a "ocho chicas con la que ha estado flirteando últimamente". Lo que no sé es si en este caso la oferta se corresponderá con la demanda...

Por si esto no fuera poco, el bueno de Nicael impartirá al comprador un curso de formación de cuatro semanas para completar el proceso de transformación. Dicho curso incluye el aprendizaje de habilidades como el surf, aprender a hacer el pino y hacer malabares con fuego, así como un repertorio de 6 chistes. Y cómo no, un puesto de trabajo como repartidor itinerante de fruta a partir de marzo.

La pregunta que se me ocurre es: ¿En serio vale la pena pagar por suplantarle la identidad a otra persona? ¿Qué ganas siendo Nicael Holt y perdiendo tu identidad y tu vida?¿Qué pensara la madre del tal Nicael Holt? ¿Y la del infeliz que ha pagado por una nueva vida? ¿Dónde, cuándo y con quién celebrará los cumpleaños el tal ridderstrade?

Y sobre todo me pregunto, ¿cuánto me dáis por mi vida? Me comprometo a siete chistes por lo menos, que conste. ¡¡Precio de salida: 5 euros!! ¿He oído 10?


BSO Muse - Hysteria

miércoles, 24 de enero de 2007

El árbol de Ricardo

Ha muerto Ryszard Kapuściński, o Ricardo, como firmaba las cartas que escribía a sus amigos castellanohablantes. Tenía 75 años y estaba enfermo, y pasó su último día en su casa de Varsovia.

Ricardo, con su genial libro Ébano, metió África en mi casa. Me hizo partícipe de los muchos golpes de estado, revoluciones y guerras de las que fue testigo durante esa media vida que pasó en ese continente. Ricardo hizo lo que nadie había hecho hasta el momento: mezclarse con la gente más pobre del mundo, vivir en sus casa, escuchar sus historias y contarlas sin entrar en ningún tipo de valoración. Las noticias tenían cara en las masacres de Ruanda o Burundi, en las hambrunas de Etiopía, en la malaria. Su vida fue un ir y venir de suburbio a suburbio, de desierto a selva, siempre entrando allí donde ningún europeo se atrevía. Hasta cuatro veces estuvo condenado a muerte por distintas dictaduras. No se callaba nada.





Contaba Ricardo en Ébano que la vida en África es siempre un árbol. Un árbol en el desierto, o en la sabana, quiere decir un refugio para esas horas del día en el que el sol se convierte en un asesino, cobijo de las tormentas. Un árbol es un punto de reunión de las familias, donde se benefician de su sombra para comer y donde las historias de los ancestros siguen viviendo de generación en generación. La vida de los africanos pasa bajo un árbol.

Quizás en este momento, debajo de un árbol, un anciano cuente a su nieto la historia de Ricardo.


BSO Cesária Évora - Sodade

martes, 23 de enero de 2007

Villa Luna (Sonata Nocturna para Gema)

Tenemos poco y lo queremos todo. Sabemos que la ruina es un estado del alma, además de nuestro punto de partida. No sabemos qué es mirar hacia atrás. Aunque nos acusen de locos, lo nuestro no es una patología, no es una alucinación colectiva. Sabemos lo que queremos. Y demostraremos que es posible cuando en efecto lo consigamos.

Han pasado los días como caen las gotas en una tormenta. De flotar en la euforia, viendo el mundo desde el cielo, hemos pasado de nuevo a beber esas dudas que nos entumecen los dedos cargados de sonrientes vidas ajenas. Canciones que nunca acaban bien y que se repiten una y otra vez, desde el amanecer de la tierra hasta el atardecer de las flores.

La casa azul ahora es verde. Los amores de verano nunca volverán. Pero tú sigues ahí, a mi lado, mirando la luna mientras empalmas un cigarrillo con otro y te ríes. Era el cielo más hermoso que habíamos visto en nuestras respectivas vidas.

Es el sueño más hermoso de nuestras vidas y la luna lo acuna cada noche. Tu luna, mi luna, nuestra luna.

Pueden quitarnos todo de la misma forma que os cortan el agua y la luz. Igual que os dejaron un triste día sin trabajo. Esos mismos podrán olvidar la palabra dada. Podrán golpearnos con la áspera voz del vacío. Esos mismos perros con distintos collares y distinto acento. La misma vergüenza usando distintas corbatas.

Como a Rigoberta, no nos quedan mejillas por poner. Así que responderemos con la tozudez del que sabe que no tiene nada más que perder. El tiempo corre a nuestro favor. La misma luna que te decía que no te mordieras más las uñas y dejaras de una vez de fumar como una carretera, esa misma, sigue en su sitio, aguantando la respiración cuando te oye gritar de rabia. La misma luna que acuna nuestro sueño cada noche.


Tu luna, mi luna, nuestra luna.



BSO Damien Rice - Accidental Babies

Estado de sitio




No te voy a hacer daño, repitió. Aunque la frase sonó un poco ridícula, dado que él era el único que daba señales de estar tenso.
No quiero que sepas de dónde vengo, y tampoco deberías saberlo. Además, no te conviene tener respuestas para posibles preguntas que nunca deberán serte formuladas. Así que es mejor así, es mejor así.
El niño sonreía extrañado. Todo aquello le parecía curiosamente divertido.
No soy nadie malo, tampoco te creas. No robo manzanas ni letras ni escribo con un cuchillo estupideces en los árboles; nunca he cantado una canción, no sé qué es una gasolinera ni qué es el fin del mundo. Nunca he matado a los mosquitos que me pican todas las noches. Me gusta la luna y la letra e, eso es todo, por eso estoy aquí… el olor a humo del bosque me ha empujado hasta este lugar… ellos vienen, vienen. Vienen y no los ves, están por todas partes, en tus ventanas, en el tazón de tus cereales, robándoles los columpios a los niños, poniéndoles sillas de montar a los caballos, disparando, maldiciendo, corriendo, talando, fingiendo; vienen y cuando la noche cae no miran a la luna si no es para ver si hay nubes; no creen en el viento, no saben de silencio que no sea pagado, alquilado, reservado. Las únicas historias que recitan son las que compran, alquilan, reservan, por las que pelean durante horas frente a una gigantesca puerta, ante las que se desviven. Prestan cosas pensando en cuándo les serán devueltas. Respiran, no huelen el aire; cuentan y lamentan haber contado, y blasfeman por el color de los números. Abrazan a otros que no conocen, dan besos por costumbre. Ellos vienen. Vienen rugiendo imágenes de carros blindados con afilados dientes. Vienen con el fuego en una mano y una bandada de buitres anudada en su otra muñeca. Temen a la muerte, todos los días, a todas horas; compran fusiles, cuchillos, hachas, alarmas, puertas blindadas, murallas y más murallas, más fusiles, pistolas con muchas balas… compran victoria, compran éxito. Venden tiempo para tener más dinero con el que construirse su castillo entre las nubes, cada vez más alto, donde las copas de los árboles parezcan un mar lejano. Y una vez lo han vendido todo, y todos lo han comprado todo, vienen. El silencio, amigo mío, el temible silencio, el sagrado silencio. Cuánto puede significar una sola palabra.




BSO Iván Ferreiro y La China Patino - Tristeza

lunes, 22 de enero de 2007

El viento de mañana (o intento de empezar un blog)

Hola a todos en general y a ninguno de vosotros en particular...

El viento sigue soplando fuera y trae historias de colores vistosos, muñecas amoratadas, mercados sin frutas ni tenderas. La tempestad ha seguido haciendo bailar los troncos de las palmeras como siempre, todo este tiempo, como siempre.
Creo que puedo acercarme. Miro un poco más las nubes desde mi silla. Hace frío aquí también, y sin embargo no hace el frío que debería. (Nos estamos cargando el planeta, sí).
Todo este tiempo, como siempre, los que matan han seguido matando, los muertos han seguido tan callados como los vivos y el precio de las cosas ha subido. Como siempre, los que tenemos algo que perder soñamos con poder hacer algo por los que tienen todo por ganar, y cada vez somos menos. Como siempre, se oye más el ruido de un plato que se rompe en la casa de al lado que una bomba atómica estallando en un país vecino.
O quizás no se oye ninguna de las dos cosas. Lo tapan el ruido de los estadios, los gritos de los tertulianos que inundan las horas de muchas tardes, mañanas y noches. No te oigo porque tengo prisa en llegar a no sé dónde para convertirme en no sé qué y así ganar no sé cuánto más dinero.
No te esfuerces, no te oigo. Quizás porque el ulular del viento que afuera hace bailar a las palmeras, como siempre, retumba en los cristales de mis ventanas.
No me fui a ningún lado pero pensé en que tenía que volver.
Creo que voy a abrir una de esas ventanas. Así el viento me hará bailar otra vez.

BSO Cristina Branco - Disse-teu adeus e morri