martes, 23 de enero de 2007

Estado de sitio




No te voy a hacer daño, repitió. Aunque la frase sonó un poco ridícula, dado que él era el único que daba señales de estar tenso.
No quiero que sepas de dónde vengo, y tampoco deberías saberlo. Además, no te conviene tener respuestas para posibles preguntas que nunca deberán serte formuladas. Así que es mejor así, es mejor así.
El niño sonreía extrañado. Todo aquello le parecía curiosamente divertido.
No soy nadie malo, tampoco te creas. No robo manzanas ni letras ni escribo con un cuchillo estupideces en los árboles; nunca he cantado una canción, no sé qué es una gasolinera ni qué es el fin del mundo. Nunca he matado a los mosquitos que me pican todas las noches. Me gusta la luna y la letra e, eso es todo, por eso estoy aquí… el olor a humo del bosque me ha empujado hasta este lugar… ellos vienen, vienen. Vienen y no los ves, están por todas partes, en tus ventanas, en el tazón de tus cereales, robándoles los columpios a los niños, poniéndoles sillas de montar a los caballos, disparando, maldiciendo, corriendo, talando, fingiendo; vienen y cuando la noche cae no miran a la luna si no es para ver si hay nubes; no creen en el viento, no saben de silencio que no sea pagado, alquilado, reservado. Las únicas historias que recitan son las que compran, alquilan, reservan, por las que pelean durante horas frente a una gigantesca puerta, ante las que se desviven. Prestan cosas pensando en cuándo les serán devueltas. Respiran, no huelen el aire; cuentan y lamentan haber contado, y blasfeman por el color de los números. Abrazan a otros que no conocen, dan besos por costumbre. Ellos vienen. Vienen rugiendo imágenes de carros blindados con afilados dientes. Vienen con el fuego en una mano y una bandada de buitres anudada en su otra muñeca. Temen a la muerte, todos los días, a todas horas; compran fusiles, cuchillos, hachas, alarmas, puertas blindadas, murallas y más murallas, más fusiles, pistolas con muchas balas… compran victoria, compran éxito. Venden tiempo para tener más dinero con el que construirse su castillo entre las nubes, cada vez más alto, donde las copas de los árboles parezcan un mar lejano. Y una vez lo han vendido todo, y todos lo han comprado todo, vienen. El silencio, amigo mío, el temible silencio, el sagrado silencio. Cuánto puede significar una sola palabra.




BSO Iván Ferreiro y La China Patino - Tristeza

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